Día tras día, cientos de miles de NIÑAS de todo el mundo sufren daños físicos o psicológicos con el conocimiento y el consentimiento plenos de sus familias, amigos y comunidades. A veces, ese perjuicio estriba en someterlas a una mutilación genital; es frecuente que, para racionalizarla, se esgrima el argumento de que se trata de un rito iniciático a la edad adulta. En ocasiones, el daño consiste en regalar, vender o intercambiar a una niña por dinero o un objeto de valor, a menudo con el pretexto del “matrimonio”. En otros casos, el sufrimiento es más insidioso, como el que provoca la preferencia por los hijos varones frente a las hijas, algo que también afianza las posturas negativas respecto al valor de las mujeres y las niñas en la sociedad y perpetúa la desigualdad de género.
Lo que todos estos hábitos comparten es la convicción subyacente de que existe una dicotomía inamovible y tajante que separa a los hombres de las mujeres y a los niños de las niñas. Esta creencia asigna funciones y expectativas sociales jerárquicas al tiempo que atribuye más valor y valía a los hombres y los niños; de este modo, las mujeres y las niñas quedan en una posición subordinada.
Fuente: UNICEF – FLASOG – UNFPA