Estas costumbres ocasionan daños graves y, con frecuencia, irreversibles, pero puede que se consideren algo normal e incluso positivo. En muchos casos, dejan la impronta del desempoderamiento y la desigualdad en el cuerpo y la mente traumatizada de una niña o una adolescente desde los primeros compases de su vida. Puede que, cuando ya sea una adulta y a lo largo de toda su vida, la priven de la posibilidad de recibir una educación, tener un parto seguro, ganarse la vida dignamente o defender sus derechos.
Los matrimonios infantiles, precoces y forzados y la mutilación genital femenina son algunos de los ejemplos más destacados de prácticas nocivas derivadas de la falta de poder de decisión y derechos de las mujeres y las niñas; a su vez, también agudizan estas carencias. Las prácticas nocivas, de las que hay numerosas variantes, están extendidas y se dan en todos los rincones del mundo, ya sean países desarrollados o en desarrollo.
Existen indicios de que las niñas de las nuevas generaciones, que están mejor informadas sobre sus derechos, rechazan estas prácticas nocivas de una forma sin precedentes.
Fuente: UNICEF – FLASOG – UNFPA